Carta a César
Estás aquí, en cada pregunta incómoda, en cada patrullaje que no se rinde, en cada palabra que se dice con dignidad.
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César:
Hace un mes que te fuiste.
Pero no te fuiste.
Estás aquí, en cada pregunta incómoda, en cada patrullaje que no se rinde, en cada palabra que se dice con dignidad.
Nos enseñaste que se puede ser parte del sistema, sin volverse parte de su podredumbre.
Que la esperanza no es ingenuidad, es resistencia.
Nos mostraste que en medio de la mierda, todavía se puede encontrar una flor. Y que vale la pena regarla. Aunque te digan que es inútil. Aunque te digan que no se puede.
Hoy, quienes seguimos aquí, sabemos que algo nos toca:
Volver a mirar con más profundidad.
Volver a incomodarnos.
Volver a tender la mano.
Volver a creer.
Porque lo tuyo, Amigo, no era un discurso: era un modo de vivir.
Y ese modo… hoy nos toca replicarlo.
También abrazamos desde aquí a quienes estuvieron contigo ese día.
A Carlos, que partió contigo, hermano de trinchera, de convicciones y de entrega.
Y a Pablo, que sobrevivió con nueve balas en el cuerpo
y una herida más grande en el alma.
A ellos, nuestro respeto. Nuestra memoria. Nuestro compromiso de no olvidar.
No vamos a romantizar tu muerte, vamos a dignificar tu vida.
Y en tu nombre, vamos a intentar algo difícil: ser mejores.
No perfectos, no héroes.
Solo… mejores.
Porque México, Jalisco y Guadalajara no están perdidos.
Están heridos.
Y se curan con verdad, con cuidado,
y con un poco del amor que tú supiste dar.
Te abrazamos con el alma, hermano.
Y desde aquí, seguimos.
Isaac.