El voto nulo como grito colectivo

Hoy los estudiantes inconformes han comprendido que votar no siempre significa elegir, y que a veces, la única forma de hacerlo valer es anularlo

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Isaac Guzmán

9/26/20251 min read

Hoy los estudiantes inconformes de la Universidad de Guadalajara han comprendido que votar no siempre significa elegir, y que a veces, la única forma de hacerlo valer es anularlo.

Porque frente a una elección construida desde la invitación selecta, la planilla de colores y la simulación institucional, el voto nulo deja de ser “inútil” y se convierte en mensaje. Un mensaje directo a quienes creen que los estudiantes inconformes seguirán jugando su teatro electoral de legitimidad prestada.

Los de la cúpula dorada pueden inflar sus discursos y presumir porcentajes, pero detrás de cada boleta anulada hay una certeza: ya no son ingenuos. No se tragan el cuento de que esta universidad se democratiza votando entre opciones que alguien más eligió.

El voto nulo es organización silenciosa. Es decirle al privilegiado: “sabemos cómo funcionan tus reglas, y justamente por eso vamos a romperlas”. Es la grieta que anticipa un derrumbe.

La generación que ya salió a marchar entiende que no se trata de abstenerse, sino de participar con conciencia. De usar la boleta no para validar el teatro, sino para denunciarlo. De dejar claro que sí importa el voto, pero que sea un voto real, universal, sin dedazos ni simulaciones.

El privilegio se inquieta porque descubre que lo están entendiendo. Que detrás de cada trazo de inconformidad en la boleta hay una voz que dice: no más.

El voto nulo no se archiva. No se olvida. Pesa como recordatorio incómodo de que el poder universitario está sostenido por estructuras viejas, que tiemblan ante una generación que no se calla, que no se resigna, que aprendió que hasta un voto tachado puede ser semilla de cambio.

Hoy, anular el voto no es renunciar: es organizar la rebeldía.