Guía para dejar de ser un cavernícola
No empieza con golpes ni termina en noticias. El machismo se cuela en gestos, silencios y frases repetidas. Esta guía nace del error y busca cortar la cadena.
PORTADACOMUNIDAD


Hola. Soy Isaac, el mayor de seis hermanos varones.
Y crecí creyendo que ser hombre significaba ocupar espacio, hablar fuerte y aguantar todo.
Me enseñaron que ser el primero era ser el ejemplo.
Pero nadie me dijo que ese ejemplo venía empapado de silencios, superioridad, competencia y miedo a sentir.
Durante años repetí sin saber.
Mandatos, frases, gestos, privilegios.
Cosas pequeñas como no levantar un plato.
Cosas grandes como invalidar lo que una mujer sentía, solo porque no encajaba en mi lógica.
Yo también dije "no todos los hombres".
Yo también creí que el machismo eran los golpes, los gritos, los casos extremos en las noticias.
Nunca pensé que también vivía en mí, en cómo me reía, en cómo opinaba, en cómo corregía, en cómo me sentía con derecho.
Con los años entendí: el machismo es una enfermedad.
Y como toda enfermedad, te atraviesa aunque no la veas.
Y si no haces algo, la esparces.
Esta guía es mi tratamiento.
Mi forma de no pasar la infección a los que vienen detrás.
Porque si algo aprendí como el mayor de seis hombres…
es que lo que no se corrige, se replica.
1. Dejé de hablar. Empecé a escuchar.
Al principio me costaba. Sentía que tenía que explicarme. Defenderme. Decir que “yo no era así”.
Pero aprendí que si una mujer está hablando de lo que vivió, mi mejor aporte es el silencio.
No interrumpo. No corrijo. No aclaro.
Escucho. Y punto.
2. Empecé a revisar el machismo que traigo instalado.
Todavía se me salen frases como “ayuda en la casa”. Todavía uso palabras que minimizan, que estorban, que huelen a siglo pasado.
Así que pregunto. Me dejo incomodar. Y no me ofendo si me lo dicen.
Lo agradezco. Y lo cambio.
3. Hago cosas en mi casa. TODAS. Y sin grabarme.
No estoy “ayudando”. Estoy siendo adulto funcional.
Sí, limpio baños. Lavo ropa. Cocino.
Y no, no necesito likes para hacerlo.
4. Hablo con otros hombres. Aunque me tiemble la voz.
Cuando escucho un chiste misógino, lo freno.
Cuando un compa minimiza la violencia, lo encaro.
No desde la bronca. Desde la responsabilidad.
No ser cómplice también se aprende.
5. Cuido cómo miro. Cómo hablo. Cómo estoy en el mundo.
Las mujeres no son decorado.
No son personajes secundarios en mi historia.
Aprendí a revisar mi presencia, mi tono, mi energía.
Y sí: a veces, la mejor manera de no incomodar... es irme.
6. Leo. Aprendo. Pregunto. Y me callo cuando toca.
No espero que las mujeres me den clases gratuitas.
Me puse a leer. A escuchar. A preguntar con humildad.
Y si algo no entiendo, no lo debato: lo investigo.
Ya no soy ese güey que dice “pero yo…”
7. La masculinidad también me jodía a mí.
Me dijeron que sentir era debilidad.
Que llorar era vergonzoso.
Que solo valía si era proveedor, fuerte, ganador.
Ahora sé que eso también es una cárcel.
Y estoy aprendiendo a salir.
GUÍA PARA DEJAR DE SER UN CAVERNÍCOLA
8. No es culpa. Es responsabilidad.
Sí, la vida ha sido dura. Pero no por ser hombre.
Reconozco que el sistema me puso en ventaja muchas veces.
No me autoflagelo. Pero ya no me hago el ciego.
Uso ese privilegio para abrir puertas, no para presumirlas.
9. Redefiní qué significa ser hombre.
Ya no sigo el guión rancio del “proveedor”, el “duro”, el “protector”.
Ahora ser hombre, para mí, es llorar, cuidar, empatizar.
Y decirle a mis amigos que los quiero, sin ponerle un “wey” al final para disimular.
10. No soy el güey del grupo de WhatsApp.
No comparto packs.
No permito burlas a mujeres.
Y si el grupo se pone misógino, me salgo… o les mando esta guía.
Me quedo con mi dignidad, no con su risa.
11. El machismo vive donde yo vivo.
No es “el sistema”. Soy yo en mi casa, en mi oficina, en mis chats.
Corresponsabilizarme en casa.
Dejar hablar en el trabajo.
Reconocer ideas que no son mías.
Ahí empieza la trinchera.
12. No soy el protagonista. Soy el aliado.
No vengo a dar cátedra. Ni a brillar.
Mi rol es abrir paso, no ocuparlo.
Escucho, impulso, y me hago a un lado.
Porque el ego se calla. Y el cambio se construye en equipo.
Si eres hombre y estás leyendo esto: no llegaste tarde.
Pero ya no hay excusas.
Limpia el tiradero.
No por quedar bien.
Hazlo porque ya es hora.
Y si querías una medalla…
🥇 Aquí está.
Gracias por no ser un cavernícola más.