Otra forma de gobernar
¿Y si el problema no es solo quién gobierna, sino cómo hemos aprendido a hacer política? Una matemática propone una mirada distinta: dejar de premiar al que grita y empezar a escuchar a quienes sí saben construir. Aquí te cuento por qué esa idea podría cambiarlo todo.
POLÍTICAPORTADA


Hace poco me encontré con una idea que me dejó pensando días. Vino de un lugar inesperado: una matemática. Se llama Eugenia Cheng. Y sí, se dedica a las matemáticas, pero no como uno se las imagina. Ella ha encontrado una forma de usar esa lógica —la de los números y estructuras exactas— para mirar algo tan humano, desordenado y complicado como la política.
Cheng no inventó una teoría cerrada, como las que aparecen en libros de texto. Lo suyo es una manera distinta de entender cómo se comporta la gente en los sistemas de poder. Y eso incluye, claro, la política.
Ella habla de dos formas de estar en el mundo: lo ingresivo y lo congresivo.
Lo ingresivo es competir, imponerse, destacar. Es esa energía de “yo primero”, de pelear por el micrófono, por el cargo, por el espacio.
Lo congresivo es colaborar, escuchar, ayudar. Es ceder cuando hace falta, pensar en el otro, buscar acuerdos.
Ambas formas existen en todas partes. Pero no se valoran igual. Y ese es el punto.
El sistema en el que vivimos —incluida la política mexicana— está diseñado para premiar lo ingresivo. El que grita más, el que humilla en el debate, el que gana aunque mienta, ese es el que avanza. Se confunde la agresividad con liderazgo. Y mientras tanto, quienes trabajan por el bien común, quienes no buscan brillar pero sí resolver, quedan fuera del juego.
No porque no tengan capacidad, sino porque el sistema no los reconoce. No hay aplausos para el que escucha. No hay cámaras para el que construye acuerdos. Es más fácil hacer carrera política con cinismo que con empatía.
Pero si no cambiamos esto, nada va a cambiar.
No se trata de que todos seamos iguales, ni de rechazar por completo la competencia. Se trata de equilibrar. De dejar de ver como “débiles” a quienes priorizan lo colectivo. De reconocer que otra forma de hacer política no solo es posible, sino urgente.
Lo ingresivo puede ganar elecciones. Lo congresivo puede sostener un país.
Y si no le abrimos espacio a esa segunda forma, seguiremos con los mismos gritos, los mismos pleitos… y los mismos resultados.
¿Cómo sería una política hecha desde lo congresivo? ¿Cómo serían nuestras campañas, nuestras decisiones, nuestros líderes? Y más importante: ¿a quiénes estamos dejando fuera solo porque no entran al juego de gritar?
Tal vez ya tenemos las respuestas, pero no las estamos escuchando.