Pateando el bote: la farsa de justicia en Jalisco
Hoy se cumplen 5 años del halconazo en Jalisco. La ciudadanía enfrenta una crisis brutal de desapariciones con participación estatal. Entre simulaciones y omisiones, el fiscal patea el bote mientras la delincuencia organizada manda en esa institución
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La infiltración de la delincuencia organizada en la Fiscalía de Jalisco no es un secreto ni una acusación temeraria: es una realidad sostenida por cifras, testimonios y omisiones sistemáticas.
El llamado halconazo de hace cinco años fue más que una demostración: fue la verificación pública de que el crimen ya operaba desde dentro de las instituciones, con uniformes, placas y recursos oficiales. Fue una demostración de fuerza y complicidad.
Desde entonces, el gobierno ha jugado al ilusionismo, simulando operativos, ignorando a los colectivos y premiando con silencio a quienes encubren el desastre. La Fiscalía, lejos de depurarse, ha normalizado su rol de espectadora, y en algunos casos, de facilitadora. Nada ha cambiado. Solo desaparecen más personas, con mayor facilidad.
Al llegar la administración de Pablo Lemus, una de mis primeras acciones fue solicitar una entrevista con el fiscal Salvador González De los Santos. Quería entender qué acciones se estaban tomando desde la Fiscalía General para enfrentar lo que es, sin medias tintas, el problema más grave y putrefacto del estado: la infiltración del crimen organizado en las instituciones.
La respuesta fue un mensaje que parecía redactado por una aspiradora con dislexia: “Se están tomando todas las medidas necesarias para supervisar a los servidores públicos de la Fiscalía General para que cumplan con sus obligaciones de acuerdo con la ley”. Eso fue todo. Ni una coma de más, ni una pizca de vergüenza. Una respuesta de can burocrático, lavándose las manos con el entusiasmo de Poncio Pilatos en hora pico.
Conozco a Salvador. Es serio, centrado, leal... y profundamente adepto al arte de patear el bote hasta que ruede fuera del calendario. No lo mueven la urgencia ni la justicia. Lo mueve el manual del desgaste, ese que enseña a hacer como que haces.
Y mientras tanto, hoy se cumplen cinco años del llamado "Halconazo tapatío", un episodio de horror que no fue accidente, sino experimento: el gobierno de Enrique Alfaro dejó actuar a la delincuencia organizada para medir el umbral de pasividad ciudadana. La respuesta social fue tan tibia que el infierno se sintió cómodo.
Ese día, fueron desaparecidos 80 jóvenes. Sí, ochenta. Y no por error, sino como un mensaje. Como una prueba de fuerza. Como una advertencia.¿Qué se hizo para sancionar a los responsables? Nada. Exactamente lo mismo que hacemos hoy mientras las desapariciones suman decenas... cada día.
En Jalisco, hay casi 16 mil personas desaparecidas. Casi el 20% del total nacional. Y detrás de esos números está el Cártel Jalisco Nueva Generación, con tentáculos tan largos que algunos llevan gafete. La fiscalía lo sabe. Lo sabía desde antes. En el sexenio de Enrique Alfaro, 305 servidores públicos fueron señalados por su probable participación en desapariciones. De esos, ¿cuántos siguen en sus puestos? ¿Cuántos han sido premiados con ascensos? Vaya usted a saber, porque la transparencia aquí se disuelve como hueso en ácido.
He hablado con madres buscadoras que prefieren acudir al líder del CJNG antes que a las autoridades. Lee de nuevo, por si no te cayó el veinte: las víctimas piden justicia a los verdugos porque las instituciones ya ni para adorno sirven.
Vivimos una ficción. Una pesadilla donde policías detienen sin orden judicial, desaparecen personas, y las entregan —literalmente— a hombres que llegan a pedirlas como si fueran pizzas. En otros casos, liberan a los detenidos justo a tiempo para que sean levantados por comandos a una cuadra del Ministerio Público. ¿Y saben qué dice la Fiscalía? Que están “supervisando que se cumpla con la ley”. Como si el problema fuera de papelería.
Esas desapariciones no ocurren en cuevas oscuras. Son en pleno día, en calles transitadas, en ciudades repletas de cámaras que nunca ven nada. El silencio institucional es un lenguaje y, en Jalisco, es el idioma oficial.
¿Qué hace Salvador González De los Santos hoy? Seguir pateando el bote, mientras la gente desaparece frente a sus narices. Pero con respeto. Siempre con respeto institucional.
A veces me preguntan por qué escribo esto si sé que nadie va a responder. Porque me aterra la idea de que algún día dejemos también de preguntar.