¿Y ahora qué?

No se necesita citar a Sartori para entender que si solo votó el 13% de los mexicanos en la elección judicial —como informó Guadalupe Taddei, presidenta del INE—, esto no es una victoria para los que dijeron “no votes”, ni tampoco para el gobierno. Es una derrota para nosotros, los ciudadanos.

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Isaac Guzmán

6/2/20251 min read

Como diría Giovanni Sartori en Teoría de la Democracia: la legitimidad electoral no se mide únicamente por la legalidad del sufragio, sino por su densidad participativa; lo contrario deviene en una democracia nominal, vaciada de contenido.

Ahora sí, en cristiano:

No se necesita citar a Sartori para entender que si solo votó el 13% de los mexicanos en la elección judicial —como informó Guadalupe Taddei, presidenta del INE—, esto no es una victoria para los que dijeron “no votes”, ni tampoco para el gobierno. Es una derrota para nosotros, los ciudadanos.

Porque si dejas tu silla vacía, otro se sienta. Y aunque creas que boicotear ayuda, lo cierto es que hoy la justicia quedó en manos de una minoría movilizada. Lo mínimo que podías hacer era ir, informarte y tachar el recuadro. Aunque fuera nulo, era tu voz.

No se trata de amar al sistema. Se trata de no dejarlo solo. Hoy, el Poder Judicial federal ya no será lo mismo. Y no porque lo renovamos, sino porque dejamos que otros lo eligieran por nosotros.

La democracia no se sostiene solo con urnas abiertas, sino con ciudadanía activa. Cuando casi 9 de cada 10 personas no participan, la estructura se vacía desde adentro.

Quienes llamaron a la abstención pueden sentirse validados, pero la silla que no ocupas, la toma alguien más. No se anuló la elección. No se frenó el proceso. Simplemente se dejaron en manos del aparato político —el mejor organizado— los nombramientos del Poder Judicial.

Porque en una democracia, la pasividad también tiene consecuencias políticas. El mensaje que se envía al sistema es: “haz lo que quieras, no me interesa”. Y eso fortalece al poder que sí participa y se moviliza, no lo frena.

Y eso, ni es resistencia, ni es victoria.

Ahora toca vigilar a quienes resultaron electos. Nombrarlos, seguir sus fallos, señalar cuando cedan. Porque aunque no fueron electos por todos, juzgarán sobre todos.

Y eso —eso— es suficiente razón para no quedarnos callados.